Aprovechemos este día tranquilo para mirar hacia adentro, repensar nuestras actitudes y sumar a una escuela más amable, más humana, y más consciente.
Hay algo que escuchamos, decimos o permitimos sin darnos cuenta, y que puede doler más de lo que parece: las opiniones sobre el cuerpo de los demás.
¿Por qué no se opina sobre el cuerpo ajeno?
Porque el cuerpo de cada persona es un territorio íntimo, único y valioso. Y los comentarios, incluso los que parecen “inocentes” (“¡Estás más flaco!”, “Te veo más gordita”, “¿Qué te hiciste?”), pueden abrir heridas, reforzar inseguridades o profundizar malestares.
En el aula convivimos muchas personas distintas: con historias, cuerpos, procesos y batallas que no se ven. No sabemos qué está viviendo el otro. No sabemos a quién podemos herir con una sola frase.
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